Lo primero que aflora en mi mente al escribir este prólogo, es la figura de Julio Blanco, su personalidad tan rica en humanidad, su ministerio sacerdotal tan lleno de inquietud por el hombre concreto, su testimonio de fe en su trabajo y en su enfermedad; y un cúmulo de cualidades, de inquietudes, de proyectos vividos con su peculiar carácter, que hacen de su persona una referencia insoslayable para el Centro Educativo que lleva su nombre. Con afecto y gratitud lo recuerdo a él y a todos los que con él habéis trabajado y trabajáis para llevar adelante este proyecto educativo.