Prólogo

Julio Blanco

Lo primero que aflora en mi mente al escribir este prólogo, es la figura de Julio Blanco, su personalidad tan rica en humanidad, su ministerio sacerdotal tan lleno de inquietud por el hombre concreto, su testimonio de fe en su trabajo y en su enfermedad; y un cúmulo de cualidades, de inquietudes, de proyectos vividos con su peculiar carácter, que hacen de su persona una referencia insoslayable para el Centro Educativo que lleva su nombre. Con afecto y gratitud lo recuerdo a él y a todos los que con él habéis trabajado y trabajáis para llevar adelante este proyecto educativo.

Ofrezco también unas pinceladas para acompañaros y animaros en vuestra tarea educativa a todos los que estáis embarcados en este apasionante trabajo de ofrecer, en una sociedad plural, una opción educativa con una clara definición del carácter propio de este Centro.

Un centro educativo de identidad católica ha de reflejar la inquietud y el servicio de la Iglesia preocupada por "todos los hombres y todo el hombre". Ha de procurar, pues, una educación integral de toda la persona; de modo que todos los alumnos puedan madurar en todas las dimensiones de su personalidad intelectual, humana y religiosas, y vivir armónicamente sus relaciones en su entorno familiar y social. Al mismo tiempo que desarrolla las capacidades intelectuales y ofrece los contenidos y aprendizajes propios de cada etapa educativa, vuestro Centro cultivará las cualidades humanas y las relaciones de los alumnos para que descubran su propia dignidad de personas y respeten siempre a aquellos con los que conviven, ofreciendo siempre la luz del Evangelio. Es el Evangelio el que nos permite descubrir a Dios como Padre y aprender a tratar a todos como hermanos, siguiendo las huellas de Jesucristo.

El Centro manifestará siempre una especial sensibilidad hacia los más desfavorecidos. Esta sensibilidad se ha de mostrar tanto en la capacidad de acogida de aquellos alumnos que lleguen mas necesitados de apoyo o de atención, como por la sensibilización de todos los alumnos, para que desarrollen, en su propia evolución educativa, los valores del servicio y de la solidaridad; con una visión de la vida que supere la competitividad, descubriendo las propias posibilidades como aportación al bien común.

Deseo que el Centro Social, como comunidad educativa, viva su tarea en un ambiente de familia entre sacerdotes, profesores, alumnos, padres y personal de servicio. Todos, cada uno desde su propio papel, hacen posible una educación completa y de calidad. Todas las aportaciones son importantes, por ellos es imprescindible un clima de confianza, diálogo, interés por el otro, coordinación, ilusión compartida, capacidad para superar dificultades, esperanza y alegría por lo positivo. Así se creará entre todos un clima apropiado para crecer juntos.

Con todo mi afecto

José Vilaplana
Obispo de Santander